Elogio fúnebre de Francisco de Olmeda y León, marqués de los Llanos de Alguazas, leído en la Sociedad Económica de Madrid (1780)

            Es una pieza oratoria, elaborada para ser leída o escuchada por mucha gente de distinta condición y lugares de España. Fue leída en la Real Sociedad Económica de Madrid, el 5 de agosto de 1780.
Billete de 50 pesetas emitido en Madrid, el 2 de enero de 1898
     En esta pieza, Jovellanos no sigue la tradición: realizar elogios, obligado por las circunstancias, sobre la persona; elogios que sonrojarían a quien los escucha por constituir una serie de afirmaciones falsas o exageradas. Le interesa más resaltar el hombre que fue, valorar los aspectos positivos, sin exagerarlos y no ocultar la verdad aunque sea molesta. Son elogios justos basados en el rigor, el afecto, la sinceridad y la sencillez, que destacan lo que para Jovellanos es digno de imitación y alabanza. Jovellanos describe al noble que admira.
            Cabe destacar que por aquella época, autores como Carrabús, con una postura más radical, se negaban a realizar elogios por considerarlos una pérdida de tiempo y un tributo innecesario a la persona fallecida.
            En este texto Jovellanos nos desvela detalles de la educación del Marqués. Nos muestra como era la educación dirigida a las personas que estaban destinadas a ocupar un cargo relevante por su origen o condición social.
  1. La primera educación que recibían los nobles era la educación doméstica. Al igual que la mayoría de los ilustrados, Jovellanos se muestra crítico con este tipo de  educación pues considera que, tanto los padres como los cuidadores, son incapaces de ocuparse seriamente de la educación de sus hijos. Cabe señalar que, en otros escritos como Memorias o Bases, resalta la importancia de la educación domestica, únicamente, para la formación del afecto y la educación física.
  2. Ante las dificultades y peligros de la educación doméstica, la salida que quedaba a las familias nobles era educar a sus hijos en el Seminario de Nobles, donde se les facilitaba la preparación necesaria para la entrada a los estudios superiores. Venía a ser el equivalente a la enseñanza primaria y secundaria recibida en un solo periodo y en la misma institución.
  3. Una vez superados estos estudios, los seminaristas no podían continuar en la institución y debían volver a sus domicilios, a la educación domestica, donde seguían preparándose para entrar en un centro de enseñanza superior. Era el momento de formarse para entrar en la facultad que la familia decidiera. Jovellanos niega al adolescente la posibilidad de elegir la carrera que más le podría interesar; es tajante en la defensa de que deben ser los adultos los que decidan lo mejor para los futuros profesionales, partiendo de que estos no están en las mejores condiciones para tomar este tipo de decisiones.
            En el texto defiende a la Universidad de Alcalá como modélica, centrada en la enseñanza y aprendizaje universitario, aunque aprovecha para recordar y criticar que este centro seguía la metodología tradicional.
            Por último, destacar que Jovellanos no valora de manera positiva el encuentro de estudiantes de clases sociales diferentes, más bien, lo ve como un peligro para la salud física y moral de la juventud noble.
            Como clasista y defensor de los estamentos tradicionales que impedían la libre circulación entre las clases sociales, Jovellanos opinaba que era un error de la  sociedad el pretender ser todos nobles, olvidando así las diferencias de clase y condición. Según el autor, más que ser nobles de lo que se trata es que cada uno se ennoblezca con el ejercicio de la virtud y el cumplimiento del deber. 

Kurisu

Bibliografía: 
Antología de Escritos Pedagógicos. Jovellanos, G. M. Edición, introducción y notas de O. Negrín Fajardo. Madrid, Editorial Sanz y Torres, 2010. 

Ilustración extraída de
http://gijonenelrecuerdo.blogspot.com.es/2010/11/la-villa-de-jovellanos-en-1884-1_23.html

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